Ibeth Rodríguez Soto pasó de apoyar a sus hijos en las gradas a dirigirlos en la cancha. Todo empezó hace 16 años, cuando Carlos, su hijo mayor, armó un equipo de fútbol salón con los amigos de la urbanización Mónaco, en Valencia, de San Rafael Abajo de Desamparados.
En honor al barrio donde crecieron decidieron bautizar al equipo con el nombre de Mónaco. Desde entonces Ibeth se convirtió en mamá y entrenadora. Hoy es asistente técnica. Su esposo, Francisco Urbina, es el director técnico. Sus otros dos hijos: Alonso y Bryan, heredaron esa pasión familiar, y también forman parte del equipo que juega en la Primera de Ascenso de la Liga Futsal de Costa Rica (LFS).
“Todo inició cuando Carlos empezó a jugar con sus amigos del barrio. Carlos. Llevamos 16 años de estar involucrados en un deporte que nos gusta y apasiona. Hace dos años sacamos las licencias profesionales para poder dirigir”, recuerda Ibeth.
Cuando la estratega entra a la cancha se quita el traje de madre para convertirse en entrenadora de sus tres hijos. El cumplir esa doble función no ha sido fácil. “Es complicado porque el corazón de madre te traiciona y hay que separar los sentimientos. Si uno de mis hijos no está rindiendo tengo que sacarlo. Uno los quisiera ver en todos los partidos, pero primero está el equipo” asegura la entrenadora.
Carlos, de 34 años, recuerda como su mamá pasó de apoyarlo en las graderías a dirigirlo en la cancha. “Tenerla como entrenadora es una motivación y un apoyo extra cuando estoy en la cancha. En la casa, es un poquito regañona, más que en la cancha y siempre hablamos mucho futsal”, aseguró.
Ibeth Rodríguez se considera más estricta como entrenadora que cumpliendo su papel de mamá. “Las mamás somos muy alcahuetas. En la cancha no les permito malas crianzas, mal genios o que se comporten de una manera inadecuada. En varias ocasiones me ha tocado reprenderlos”, confiesa.
Alonso, el segundo de los hermanos Valverde, cuenta que en muchas ocasiones han tenido choques por los cambios, pero que tenerla como entrenadora ha sido inspirador. “Ella es una apasionada del futsal. Pasa viendo muchos partidos. En muchas ocasiones he pensado en retirarme y ella siempre me motiva a seguir adelante”, agregó.
Bryan, tiene 27 años. Es el menor de los hermanos y le tocó seguir con la tradición familiar. “Mi hermano mayor fue quien me impulsó a jugar. Somos una familia apasionada por el futsal. Es bueno tener a mi mamá como entrenadora. Es bastante exigente y nos ayuda a mejorar. Como madre es tranquila amorosa y un poquillo regañona”,
A un paso del ascenso
Iberth, su esposo Francisco y sus tres hijos se quedaron, el año pasado, a un paso de ascender a la Primera A. Mónaco perdió la final ante Barbareña en los últimos minutos del partido. En este torneo marchan en cuarto lugar del grupo B de la Primera de Ascenso. “Trabajamos duro todo el año. Siempre estuvimos de líderes. Perdimos faltando tres minutos. El perder título nos golpeó mucho. A los muchachos les ha costado recuperarse. Estuvimos tan cerca del ascenso. Ha sido una de las experiencias más difíciles”, dijo Ibeth.
A la asistente de Mónaco le ha tocado vivir muchas anécdotas adentro y afuera de la cancha. Una de las que más recuerdan fue cuando tuvieron que ir en familia al hospital después de jugar un partido en calle Fallas. “Carlos tuvo una lesión sería en el tobillo y Alonso se fracturó la clavícula. Todo sucedió en la misma noche. La doctora que nos atendió, nos conoce y bromeó con nosotros. Son una familia de deportistas, pero un día de estos se van a matar muchachos nos vaciló”, finalizó.
Nota: Rodolfo Rivera
Fotos: Archivo y cortesía Ibeth Rodríguez